Que los derechos sean para todas
Belén Murphy Figueroa. Directora de Fundación Mediapila
Ellas llegan a la fundación porque dicen que no saben hacer nada.
Dicen que nunca trabajaron, que no trabajan, que necesitan aprender algo.
Cuando me doy vuelta para llenar el formulario de inscripción escucho que comentan entre ellas: ‘Me levanté a las 4 de la mañana porque mi hijo más chico tiene fiebre hace días y quería sacar turno en el hospital’. ‘Anoche casi no dormí porque mi marido llegó cansado a las dos de la mañana y tuve que hacerle la comida’. ‘Vengo de la escuela, la maestra quería verme’. ‘Me quedé ayudando a mi marido en la costura hasta tarde, tiene un pedido que entregar.’
Las mujeres realizan el 75% de las tareas de cuidado. Para las de clase media, esto implica tener jornadas dobles de trabajo (nueve horas pagas y tres, en promedio, de trabajo no remunerado) o gastar parte de su salario en niñeras y empleadas domésticas. Pero para las mujeres pobres, esta división desigual de tareas implica llegar a los 35 años sintiendo que ‘no saben hacer nada y que no trabajan’.
De acuerdo al informe ‘Jóvenes que cuidan’ de CIPPEC, de lxs 1.080.682 jóvenes catalogados como ni-ni, el 67% son mujeres que cuidan de sus hijxs, hermanxs, o adultxs mayores. Es así, que las responsabilidades del cuidado se van heredando de mujer a mujer, arrastrando en esta herencia la imposibilidad de dedicar su tiempo - esas casi 35 horas semanales - a otras cosas como estudios, deportes u ocio.
Los hospitales, las salitas de atención primaria y las oficinas de desarrollo social se llenan de mujeres en la espera de que atiendan a sus hijxs, solicitando un subsidio u otro tipo de ayuda sin la cual no podrían subsistir. Porque tener un trabajo estable, realizar una jornada completa, estar entre ocho y diez horas fuera de sus hogares, dejando solos a sus hijxs, es impensado. Ellas pasan todo el día fuera de su casa y, cuando llegan, se encuentran con un hombre que les dice: ‘Estoy cansado, trabajé todo el día, cociná vos que no hiciste nada’.
Las mujeres que realizan las tareas del hogar sin ningún tipo de remuneración o reconocimiento sostienen, hace siglos, las economías del mundo. Como dice Mercedes D’alessandro en su libro Economía Feminista: ‘Paralelo, arriba y debajo del mercado se realizan un montón de trabajos que no tienen este don de ser intercambiables por dinero’.
Trabajar por la inclusión laboral de las mujeres en situación de vulnerabilidad sin dudas requiere romper con la división de tareas por género y exige a un Estado mucho más presente en estos asuntos. Invertir en su derecho a la educación, en su derecho al tiempo libre, es fundamental y es urgente no solo por los beneficios que esto va a tener para la sociedad, sino por ellas: por sus deseos, por su independencia, por su futuro y su presente.
Que los derechos humanos sean para todas las mujeres implica indefectiblemente poner el cuerpo, salir a los barrios, crear grupos y redes de contención y abrazarnos mucho más allá de los corazones que intercambiamos en las redes sociales. Es necesario invertir recursos para que cada mujer conozca sus derechos, para que ninguna sienta que no trabaja y que no vale, cuando cada día de su vida sostiene la economía de su hogar y de su comunidad entera.
Las mujeres que llegan a la fundación dicen que no saben hacer nada, porque toda la vida les hicieron creer eso. Pasan los días y se dan cuenta de que no son ellas, de que no es su culpa, sino que es un sistema que las desvaloriza. En ese ‘darse cuenta’, se encuentran con otras, algunas que vivieron sus mismas experiencias y otras que tuvimos más suerte.
El 8 de Marzo es el Día Internacional de la(s) Mujer(es) Trabajadora(s), se conmemora que un grupo de mujeres dejó su vida por la lucha de igualdad de salarios. Es hora de que esta lucha deje de costarnos la vida, es tiempo de dejar de ser cuidadoras por mandato para tener una vida llena de oportunidades. Lograr la equidad de géneros es una cuestión de toda la sociedad y visibilizar a las mujeres más pobres es fundamental, porque se les va la vida, porque es lo justo, porque es lo urgente.
