Si la igualdad de género es un derecho humano, su ausencia es una cuestión que redefine cada aspecto de nuestras vidas: desde lo invisible hasta lo más visible.
“Eso que llaman amor es trabajo no pago”, es una frase que sacudió mi matrix cuando la leí por primera vez en un graffiti siendo adolescente. Me preguntaba: ¿Qué pasaría si fuera pago? o más inquietante aún, ¿qué pasaría si dejara de estar?
El trabajo doméstico no remunerado representa más del 16% del PBI del país. Sin los cuidados invisibles de millones —limpiar, criar, acompañar, cocinar— la economía colapsaría. A la vez, en Argentina, y a pesar de que creamos lo contrario, las mujeres ganan en promedio un 27% menos que los hombres por el mismo trabajo, y tienen más posibilidades de terminar en trabajos no formales.
Estos números no son opiniones: son hechos. Y si los analizamos con seriedad, entendemos que la equidad de género no es solo un acto de justicia, sino una necesidad para el progreso económico del país.
En la misma línea del “todo está conectado”, es importante resaltar que el acceso a puestos de liderazgo sigue siendo extremadamente dispar, tanto en el sector público como en el privado. Y eso también nos afecta como sociedad. Las decisiones que nos repercuten se toman, en su mayoría, sin la mirada de más de la mitad de la población. Si hay un único género en los espacios de poder, las políticas reflejan solo la mirada, y eso se traduce en leyes y programas que no priorizan temas urgentes como la violencia de género, el acceso a la salud reproductiva o la falta de oportunidades laborales.
La crisis de representación no debería ser tomada a la ligera, y la razón por la que seguimos presionando para que mujeres y diversidades estén en esos espacios es porque las consecuencias serían positivas para todos y todas.
Hay algo que en la teoría de género se conoce como “espejismo de la igualdad alcanzada”. Es justo ese momento donde creemos que porque vemos puestos de liderazgo ocupados por mujeres o diversidades, creemos que el camino ya está hecho y no hay vuelta atrás. Creo que muchas personas supimos estar en ese espejismo. Sin embargo, al día de hoy, 2025, los puestos de poder siguen ocupados en su mayoría por varones. Por ejemplo, ¿sabías que de todas las empresas que tiene el país, solo un 9% tiene una CEO mujer?