La violencia de género que sufrimos las mujeres tiene muchas dimensiones, si bien la violencia física y psicológica cada vez nos resuenan más, hay un tipo de violencia en particular que suele quedar invisibilizada: la violencia económica o patrimonial. La violencia económica, dentro de un contexto de violencia de género, consiste en controlar el acceso de la mujer a los recursos económicos, disminuyendo su capacidad para mantenerse a sí misma, a sus hijos e hijas y dependiendo financieramente de su pareja (o padre, hermano, etc) lo que disminuye mucho sus posibilidades de escapar del círculo de abuso.
Este tipo de violencia se da en toda clase de entornos y relaciones de todos los sectores sociales que existen, en esta nota nos centraremos en la experiencia que hemos desarrollado en Fundación Mediapila a lo largo de todo este tiempo.
Desde Mediapila, llevamos más de 15 años promoviendo la formación e inserción laboral de las mujeres porque creemos que lograr su independencia económica es un punto fundamental para que puedan tomar decisiones de forma independiente y materializar el proyecto de vida que se propongan. Sin embargo, cuando nos encontramos con mujeres inmersas en un vínculo violento notamos que sus parejas suelen tener mucha reticencia de que participen de las actividades de la fundación. Por una cuestión de mantener al mínimo el círculo social de su pareja pero también por ser actividades que tienen como fin último que las mujeres tengan su propia fuente de ingreso.
Sandra, una querida compañera y costurera de la fundación, nos cuenta el caso de su hija que realizó una formación completa en peluquería a espaldas de su pareja porque él ‘no la dejaba asistir’, y agrega “No tener tu propio dinero te minimiza, permite a los hombres ‘tenerte ahí’, te dicen que es para que te quedes en casa cuidando a los hijos pero en realidad es una forma de controlarte.”
Siempre que hablamos de violencia de género la división de las tareas del cuidado entra en escena como factor estructurante de nuestra sociedad: los hombres, allá afuera, en el mundo del trabajo asalariado donde el dinero circula y las mujeres en casa donde las jornadas parecen no terminar nunca pero no reciben compensación económica.
Hablamos también sobre este tema con Teresa, a quien conocimos en el 2015 en la sede que en ese momento estaba en el barrio de Flores. Le preguntamos qué pensaba de la violencia económica hacia las mujeres y nos dijo: “estuve en pareja y sufrí mucho la violencia, mi marido quería que me ocupe de la casa, por un momento le creí, creí que quería lo mejor para mí y mis hijos… pero no fue así, él quería controlar mis movimientos y mi economía. Él dejaba el dinero y yo gastaba de más según su criterio, por eso me pedía la cuenta, los tickets. (…) es horrible que una pareja, o un familiar, te hagan sentir que dependes de ellos. Hasta a veces se lo decimos a nuestros hijos ‘hacemos todo por vos y vos no estudias’ y los hijos no tienen por qué sentirse culpables de que los mantenemos. La independencia económica nace, no solo cuando tenés tu trabajo, también cuando del otro lado no te hacen sentir que sos un peso.” y concluye “Todas somos y fuimos rehenes de la economía y el poder, por eso tenemos que educar con amor y valorando lo que un hijo o hija hace”.
Como dice Teresa, el dinero muchas veces es un medio de extorsión en una relación afectiva.
Para concluir me gustaría retomar una conversación que tuve con Joana, también egresada de la fundación, quien cuando le consulté sobre este tema destacó la importancia de la educación en las mujeres: ‘tomarse un tiempo para capacitarse, es clave para generar ingresos’, me dijo y me conquistó.
Hay tres cosas que desde Mediapila consideramos fundamentales para romper el círculo de la violencia económica: reconocer que las tareas del cuidado dentro del hogar es trabajo y es lo que sostiene la vida, por lo tanto si en nuestro hogar no somos quien ingresa el dinero pero si quien lava, cocina, planifica las compras y la comida, nos corresponde una división equitativa de los ingresos del hogar. Y también que es fundamental en la medida que sea posible formarnos y aprender oficios y herramientas que puedan abrirnos un lugar en el mercado laboral en el momento que queramos o lo necesitemos.
Y, por último, aprendimos lo fundamental que es para las mujeres que sufren violencia, económica o cualquier otra, hacer amigas, tejer redes de contención y habitar espacios que nos abracen, como es la casa de Fundación Mediapila.
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