El primer trabajo: obstáculos y desafíos de la inserción laboral de las y los jóvenes

En todo el mundo, las y los jóvenes se preocupan por el futuro y por cuál será su lugar en el mercado laboral, en un escenario de rápidas y grandes transformaciones, afectado a su vez por el contexto de la pandemia.

¿Cómo es la situación global del empleo juvenil? Por un lado, el número de jóvenes que no trabajan ni estudian o reciben formación, a quienes identificamos como “nini”, se mantiene en alza. También en esta variable se observan brechas y desigualdades de género: las mujeres jóvenes tienen más del doble de probabilidades de verse afectadas que los hombres.

A su vez, debido a la automatización, las y los jóvenes (de entre 15 y 24 años) empleados están expuestos a un mayor riesgo de pérdida de empleo que en el caso de las personas de mayor edad. En este aspecto, la OIT insta a revisar y modernizar los programas de formación profesional a tono con la evolución de los requisitos de la economía digital.

Por otra parte, una encuesta mundial sobre el impacto de la pandemia de la COVID-19 en la juventud, llevada a cabo por los socios de la Iniciativa Mundial sobre Empleo Decente para los Jóvenes entre abril y mayo de 2020, revela que el efecto de esta crisis es sistemático, profundo y desproporcionado. Ese impacto, una vez más, es particularmente duro para las mujeres jóvenes, los jóvenes de menor edad y quienes viven en países de ingresos más bajos.

El estudio Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe, realizado por la OIT y CEPAL, destacó la significativa destrucción de empleos con respecto al mismo período de 2019, que afectó a las y los jóvenes en mayor medida.

También observó una reducción significativa de la tasa de ocupación media, como consecuencia de la contracción de la actividad productiva y aumento de la desocupación, que resultó más del doble de los otros grupos etarios, de acuerdo con los datos del INDEC para marzo de este año: para mujeres entre 14-29 años fue del 26 por ciento y para jóvenes de la misma franja fue de 19 por ciento.

El mismo estudio señaló una declinación paralela de la tasa de participación por las medidas del confinamiento y, en consecuencia, la fuerte transición del empleo a la inactividad. En buena medida, esto se debe a que las y los jóvenes están más presentes en las actividades más afectadas por la crisis de la pandemia.

En cuanto a la educación, 7 de cada 10 jóvenes que estudiaban o combinaban sus estudios con el trabajo antes del comienzo de la crisis, experimentaron el cierre de las escuelas. Sin embargo, no todos pudieron hacer la transición al aprendizaje en línea y a distancia. En efecto, la pandemia de la COVID-19 dejó el 13 por ciento sin acceso a los cursos, a la enseñanza o a la formación. Esta situación fue particularmente crítica entre las y los jóvenes que viven en países de bajos ingresos. Asimismo, puso de relieve las enormes brechas digitales que existen entre las regiones.

A pesar de los grandes esfuerzos de las escuelas y las instituciones de formación para asegurar la continuidad a través del aprendizaje en línea, el 65 por ciento de las y los jóvenes indicaron que aprendieron menos desde el inicio de la pandemia. Más de la mitad consideró que su educación sufrirá retrasos y el 9 por ciento expresó que se verá menoscabada e incluso fracasará.

La pandemia también está teniendo graves repercusiones en los trabajadores jóvenes, al acabar con sus empleos y socavar sus perspectivas profesionales: 1 de cada 6 jóvenes que estaban trabajando antes del inicio de la pandemia dejaron de hacerlo completamente, en especial quienes tienen entre 18 y 24 años y quienes se empleaban en prestación de apoyo administrativo, servicios, ventas, artesanía y oficios relacionados. Las horas de trabajo de las y los jóvenes empleados disminuyeron casi una cuarta parte (un promedio de dos horas al día) y 2 de cada 5 vieron sus ingresos reducidos. Esta circunstancia se intensifica para quienes viven en países de ingresos más bajos, que sufren una mayor exposición a las reducciones de las horas de trabajo y a la contracción de los ingresos.

El estudio de la OIT y CEPAL reveló también que el 17 por ciento de las y los jóvenes probablemente sufran ansiedad y depresión. Los jóvenes cuya educación o trabajo se había interrumpido o había cesado totalmente tenían casi dos veces más probabilidades de sufrir probablemente ansiedad o depresión que los que continuaron trabajando o aquellos cuya educación siguió su curso. Esto pone en evidencia los vínculos existentes entre el bienestar mental, el éxito educativo y la integración en el mercado de trabajo.

La crisis mundial del empleo juvenil se agrava cada vez más y marca a las nuevas generaciones con obstáculos y desafíos particulares. Como parte de su mandato, la OIT busca promover la inclusión de las personas jóvenes en trayectorias de trabajo decente, un objetivo que se traducirá en mayor bienestar, actual y futuro, para todo el conjunto de la sociedad.

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