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Preguntarnos quién hizo nuestra ropa es esencial para entender cómo funciona la industria de la moda. En el pasado, la confección textil era una tarea puramente artesanal: cada prenda reflejaba el arduo trabajo de su artífice y estaba cargada de simbología. Sin embargo, luego de la revolución industrial —que, dicho sea de paso, comenzó con la creación del telar mecánico—, el sector de la moda fue creciendo de manera desproporcionada y se convirtió en la inmensa industria que es hoy. No es coincidencia que en ese momento pivotal se haya producido un traspaso de poder, en el cual la mayoría de los roles de liderazgo fueron tomados por figuras masculinas (Julie de Libran, 2016).
Este cambio no solo afectó a las mujeres que estaban al mando, sino que también perjudicó enormemente a la naturaleza. Pareciera que desde ese entonces, como sociedad, nos cuesta ver que los derechos humanos y de la naturaleza están interconectados y son interdependientes. La realidad es que somos parte de la naturaleza y, como tal, nuestro derecho a un ambiente saludable depende de la salud de nuestro planeta. Es por eso que necesitamos un cambio revolucionario en nuestras relaciones con los demás, con la ropa, dentro de las cadenas de suministro de moda y con la naturaleza. Lo necesitamos por nuestra propia prosperidad y bienestar, por la salud de la tierra, los ríos y los océanos.
Por lo general, no existen problemas aislados. Cada problemática es la sumatoria de diversos factores, y la industria de la moda no es la excepción.
En la situación de precarización laboral actual, los que pagan el precio son quienes cultivan la materia prima, quienes hilan, tiñen, cortan, cosen, y temporada a temporada pierden la vida en una fábrica. Según un informe de la ETI (2016), el 77% de las empresas textiles afirman que es posible que haya esclavitud moderna en sus cadenas de suministro. Esto incluye trata de personas, esclavitud, servidumbre forzada, explotación laboral; y se estima que más de 40 millones de personas en todo el mundo se encuentran bajo estas condiciones.
Asimismo, vale la pena aclarar que alrededor del 80% de la mano de obra textil son mujeres. Los hombres suelen ser supervisores, gerentes, o dueños; lo cual en muchos casos lleva a que los mismos abusen de su poder. Esto se manifiesta de muchas maneras distintas: explotación laboral e infantil, trata de personas, acoso, abuso sexual, violencia física y psicológica. Una investigación del Solidarity Center (2019a) ha documentado reportes de abuso sexual y violencia hacia las trabajadoras de Camboya e Indonesia. A estas mujeres las tocan sin su consentimiento, las insultan, las violan y las abusan, incluso si están embarazadas.
Es desesperante que haya pocas leyes que velen por los derechos humanos de estas mujeres, o bien que haya pero no se cumplan. Un claro ejemplo es la Convención nº 190 y la recomendación nº 026 de la Organización Internacional del Trabajo. Esta ley, que fue adoptada el 21 de junio de 2019, busca proteger los derechos de las mujeres trabajadoras y de los demás trabajadores en situaciones de vulnerabilidad. Sin embargo, solo aplica a países que hayan ratificado la Convención, que son solo unos pocos (Solidarity Center, 2019b). Es precisamente este tipo de leyes las que necesitamos exigirle a los gobiernos que adopten. No podemos contentarnos con el mero hecho de que la industria emplee a mujeres. Eso no es símbolo de progreso ni de igualdad, no si se dejan de lado sus derechos.
Tenemos que tener muy presente que la industria de la moda no solo se trata lo que pasa antes de que veamos la prenda terminada en un local. La industria somos quienes consumimos, cuidamos, lavamos, reciclamos y elegimos nuestras prendas. Exigirle a las marcas algo tan básico como que nadie sufra ni muera para fabricar lo que nos venden es responsabilidad nuestra.
En este punto, es evidente que necesitamos un cambio urgente. La industria de la moda tiene un potencial enorme para educar a su gente, para ayudarla a salir de la pobreza, para ofrecerles trabajo digno a las miles de personas que por distintas razones se ven excluidas de otros ámbitos.
La pandemia del COVID-19 nos hizo más fuertes. Está llevando a cada vez más personas a reevaluar sus prioridades, a cuestionarse qué es significativo en sus vidas. Se comenzaron a repensar los valores, la esencia del sistema de la moda, nuestras relaciones con la ropa. Es momento de que las marcas hagan lo mismo. Competir es cosa del pasado: hemos comprobado que la única manera de resolver las problemáticas de la industria es cooperar. Buscamos que las marcas cooperen entre sí, con sus proveedores, con su clientela. Necesitamos que la sociedad, la industria y los gobiernos trabajen juntos para velar por los derechos humanos y los derechos de la naturaleza; garantizar su cumplimiento debe ser prioritario. La colaboración y el apoyo mutuo son esenciales, porque nuestras voces son más poderosas cuando todos trabajamos en conjunto.
Por eso y mucho más, en esta Semana de la Revolución de la Moda (del 19 al 25 de abril), vamos a unir a las personas de toda nuestra comunidad, vamos a amplificar las voces de quienes no son escuchados y vamos a buscar soluciones innovadoras para las problemáticas actuales. ¿El eje central de nuestro año? Derechos, Relaciones y Revolución. Sé parte de la Revolución de la Moda.
Durante toda la semana de Fashion Revolution Argentina, tenemos preparadas para vos un sin fin de actividades y propuestas (Grilla de Actividades) te invitamos especialmente junto a Festivales IMD, a que veas la pelicula Talleres clandestinos, de Catalina Molina desde la plataforma https://www.imd-stream.org/film/talleres/
Fashion Revolution es una ONG, fundada por Carry Somers y Orsola de Castro en UK, surge como un llamado a la acción luego del colapso del edificio conocido como Rana Plaza, se produjo el 24 de abril de 2013 cuando el bloque de ocho pisos se derrumbó en Savar, un distrito de Daca, capital de Bangladés. Murieron 1134 trabajadoras y trabajadores y otras 2437 resultaron heridas. Fashion Revolution es un movimiento global sin fines de lucro con equipos en más de 100 países de todo el mundo. Fashion Revolution realiza campañas para la reforma sistémica de la industria de la moda con un enfoque en la necesidad de una mayor transparencia en la cadena de suministro de la moda.
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