Por lo general, no existen problemas aislados. Cada problemática es la sumatoria de diversos factores, y la industria de la moda no es la excepción.
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- Producción y consumo poco responsable. Muchos consumidores tienen hábitos poco sostenibles en cuanto a la moda: compran barato, usan poco, desechan mucho. Pero la culpa no es solo suya, sino que es necesario que se produzca un cambio sistémico de parte de la industria y los gobiernos, que los mismos trabajen juntos para abolir la desigualdad y la explotación. ¡Pero a no quedarse de brazos cruzados! Nuestro trabajo es impulsar ese cambio: debemos rever nuestros propios comportamientos y alzar nuestras voces para cuestionar las malas prácticas de las marcas y para exigir nuevas leyes.
- Sobreproducción y trabajo no digno. La industria de la moda debe reducir la producción para aminorar su impacto medioambiental. A menudo se piensa que el cuidado de la naturaleza va en contra de la necesidad de conservar los millones de puestos de trabajo de la cadena de suministro, pero en realidad producir menos y mejorar las condiciones laborales de la industria son soluciones altamente compatibles.
- Desigualdad social y explotación laboral. La industria de la moda actual es elitista y explotadora; ya que no respeta a todos por igual: desvaloriza las voces de los grupos minoritarios, a las mujeres y las perspectivas no occidentales. Para cambiar esto, es necesario reevaluar la distribución de la riqueza en las cadenas de suministro y velar por que se representen a todos sus miembros al momento de tomar decisiones.
En la situación de precarización laboral actual, los que pagan el precio son quienes cultivan la materia prima, quienes hilan, tiñen, cortan, cosen, y temporada a temporada pierden la vida en una fábrica. Según un informe de la ETI (2016), el 77% de las empresas textiles afirman que es posible que haya esclavitud moderna en sus cadenas de suministro. Esto incluye trata de personas, esclavitud, servidumbre forzada, explotación laboral; y se estima que más de 40 millones de personas en todo el mundo se encuentran bajo estas condiciones.
Asimismo, vale la pena aclarar que alrededor del 80% de la mano de obra textil son mujeres. Los hombres suelen ser supervisores, gerentes, o dueños; lo cual en muchos casos lleva a que los mismos abusen de su poder. Esto se manifiesta de muchas maneras distintas: explotación laboral e infantil, trata de personas, acoso, abuso sexual, violencia física y psicológica. Una investigación del Solidarity Center (2019a) ha documentado reportes de abuso sexual y violencia hacia las trabajadoras de Camboya e Indonesia. A estas mujeres las tocan sin su consentimiento, las insultan, las violan y las abusan, incluso si están embarazadas.
Es desesperante que haya pocas leyes que velen por los derechos humanos de estas mujeres, o bien que haya pero no se cumplan. Un claro ejemplo es la Convención nº 190 y la recomendación nº 026 de la Organización Internacional del Trabajo. Esta ley, que fue adoptada el 21 de junio de 2019, busca proteger los derechos de las mujeres trabajadoras y de los demás trabajadores en situaciones de vulnerabilidad. Sin embargo, solo aplica a países que hayan ratificado la Convención, que son solo unos pocos (Solidarity Center, 2019b). Es precisamente este tipo de leyes las que necesitamos exigirle a los gobiernos que adopten. No podemos contentarnos con el mero hecho de que la industria emplee a mujeres. Eso no es símbolo de progreso ni de igualdad, no si se dejan de lado sus derechos.
Tenemos que tener muy presente que la industria de la moda no solo se trata lo que pasa antes de que veamos la prenda terminada en un local. La industria somos quienes consumimos, cuidamos, lavamos, reciclamos y elegimos nuestras prendas. Exigirle a las marcas algo tan básico como que nadie sufra ni muera para fabricar lo que nos venden es responsabilidad nuestra.